ESCAPADA
Quizás vendrías luego a amordazarme
para salvarme de mis propios gritos
que me delatan siempre en el instante
en que pasa el Asesino.
Que pasa el asesino de mi carne,
de mi carne y mi espíritu. A salvarme
cerrándome la boca y los sentidos
justo cuando Ellos pasen.
Vendrías sigiloso, vigilante,
tus ojos, sí, encendidos.
Sólo en tu corazón el fiel latido
de nuestra voz sangrante.
De esta prisión ne sacarías, mudo,
quizás no entendería tu silencio,
pero comprendería que me salvas
aunque me amordazaras como precio.
Rescátame, amordázame, que siento
que van a reventar en mi laringe
las palabras de odio y de lamento.
Y cuando crucemos la puerta, finge.
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